"El Llano es y seguirá siendo el refugio del descontento, el refugio delo que hemos sido siempre; porque el Llano, a pesar de toda su transculturación, no se muere nunca; porque queda la nostalgia, el recuerdo, queda la música, queda ese cuento que pasa de padre a hijo para que no se lo lleve el olvido" José León Tapia


12 de octubre de 2014

Conversas de Hato - Omar Carrero Araque

CONVERSAS DE HATO
Omar Carrero Araque
Baquiano
2013
  
En una de mis estadas en una fundación ganadera de la bajura apureña tuve la oportunidad de compartir vivencias y conversatorios con el peonaje y con algunos caporales de sabana en una actividad que me llevó hacia una experiencia única por lo enriquecedor que resultó el  contacto. 
Desde la quietud del chinchorro de mosquitero coliao pude escuchar, antes que intervenir,  la conversa que sostenían los peones, referidas a su participación en los trabajos de ese día, casi siempre cargada de picardía y chalequeo, una conversa que me llevó a las coplas guerrereñas de “al café y a los caballos” en las que el cantador y poeta elorzano  hace  una bonita apología  de la faena llanera.
Lo curioso del caso se refiere a los vocablos especiales que manejan los  llaneros de hato, un vocabulario restringido y las más de las veces incomprensible para todo aquel ajeno a la vida hatera. Parte de estas conversaciones pasaron a rellenar algunas páginas de mi cuaderno de anotaciones, las cuales transcribo para su lectura y ensayo de comprensión por parte de los legos de la llanería auténtica:
Peón 1: Mire parientico, déjame asegurá el jico para guindá y tratá de enderazá este chinchorro que me salió con tanta pierna que se me dificulta pegá el ojo. Esta madrugá yo entuavía  estaba finito, con los ojos pelaos como bocachico en nevera y vide cuando apareció becerrero más brillante que nunca  poallá encima de aquel Toco viejo.
Peón 2: Está bien familia, yo también voy a guindá pa´ vé si pongo los chíscanos de pa´ rriba y dales un reposito porque ya llevo una semana metiéndoles la mocha en estos barriales que me han puesto las ñaras taquiás de sabañón y de seguí así, segurito primo que me cae hormiguillo.
Hoy voy a pegá el ojo bien contento porque me rindió la brega, moví bien los guarales y pegué 20 chifles y encima deso maté de un chaparrazo a una bocafría de esas que mi agüelo nombraba palpo que por poco me malogra.
Peón 3: Yo tampoco me puedo quejá porque de vuelta vide un  aguaje en el pozo de las chenchenas y apenas lancé el albarico y ahí mismito atravesé a un buen chereco.  Chacá la toca le dije al Sute, mi compinche de siempre,  pa´ raspá y relajá este bocao. Un poco más abajo, en el pozo de las caramas, revisé el chirare y ahí enrredao en sus propias barbas estaba el bastimento pa´ los barrigones, un pijoleto rayao empeñao en meté retroceso para juyí, pero que vá.
Peón 4: Esa es la suerte que nos da El Viejito cámara, que nunca le falta a naiden, en mi conuco la macuca y los topochos están pidiéndole al chocotero que los saque y los ponga a jerví  y que revise el agaje pa´ que los junten en el plato con un buen pedazo de queso pumé  de ese  concha negra, jecha de bosta fresca y baba e´guamacho.
Peón 5: Bueno Catire a dormir tempranero porque en la mañanita te tienes que ajilá a cebá el molino del rincón pero no se te olvide llevarte un ñaure por si te encuentras con los báquiros y también te cargas el murrial porque los jobales están soltando mucha marapa y así podrás traerte  un buen bojote pa´ los chuzos enchiqueraos, que así tendrán como  chasquiar por unos días. Endemás  deja ya de está chalequeando al  guate Leonidas  porque tú sabes que ese niguatoso así con lo jipato y to, es muy corisco y de ná se pone como chinata cuquiá y lo más jodío  es que tira pata y manga sin piedá y de verdaita te digo que nunca le falta una pico e´loro empretiná.
Mira Rafelinacio, tu que estás más cerca del mecho,  apágalo pa´llamá sueño, pero antes nos suelta un buen cacho pa´pegá los ojos entre chacotas y así dormí como pijita con teta. 
Peón 6: Ahorita Ñerito no estoy pa´cachos porque entuavía ando con un tembleque por todo el cuerpo y asustao  por el topetazo que me di con manomota, frente a frente en la pica del caujaro. Allí de sopetón me jayé en la boca de ese animalón rayao y bigotú con la capotera subida  que me mostró los de rompeñervo casi a medio metro de las chingas. Yo me entregué a  matasilva y entre chorros de miao le imploré por mis suticos, que me sacara de la desgracia. Ahí mismito vi  un puntico de luz por entre las agallas del tigre y por ahí mismo, sin dilatá un segundo, metí  la zurda por ese hueco con tal juerza  que me salió pal otro lao y sin mucho  dilatá le agarré el rabo y con la misma templé con toda la gana que pude y en ese trance voltié al animal que quedó con el costillar pa´fuera.  Así parienticos que por esta esta vez me  discurpo  pero les prometo que en la primera los cacheo!!  Buenas noches y que sueñen con Yo!!    
Al desdibujarse el alba,  puntero apaga su fulgor y el amago  de un caballo rucio alborota las carrizas que entre chiflidos sienten el frescor del riego que baja del cielo, que de gota en gota enchumba los lambedorales del fangurrial.  

Una Noche de Tormenta - Hugo Estrada Castillo



En honor a mi papá Hugo José Estrada Ripari quien disfrutaba mucho de contar este relato y quien de hecho lo dejó escrito en los borradores de un libro que no llegó a publicar.

Noche de rayos y truenos
Noche en la Trinidad de Arauca
Noche de padre e hijo
Noche de José Natalio Estrada
Noche de Hugo Estrada Ripari
Año 1943
(Fragmento)

"Durante ese año de 1943 contaba yo apenas con 13 años y nos encontrábamos realizando una larga travesía por la sabana. Perdido el camino, nos internamos mi padre y yo en una interminable tormenta. Los rayos parecían estar haciendo prácticas de tiro.

Mi padre me gritó: ¡Quédate bien atrás!...que si nos cae un rayo mate a uno solo de los dos!

A pesar del infinito peligro que representaban, me sentía mejor con el intenso y multidireccional resplandor de los relámpagos porque al menos veía el paisaje, ubicaba el lugar donde se encontraba mi padre. Esto me permitía seguirlo, ya que al apagarse el fulgor de los relámpagos, quedaba encandilado, bajo el manto de una absoluta oscuridad, inmerso en la intensa lluvia, que no me permitía ver ni siquiera la cabeza del caballo y mucho menos mis manos, pues estaban debajo de la cobija de pelo, manteniendo el control de las riendas por cualquier eventualidad.

Pasamos un pequeño caño donde el agua llegaba a la argolla de la cincha de la bestia, justo debajo de mi rodilla…pensé levantar la cobija para que no se empapara, pero recordé los tembladores y preferí no dejar el control del caballo, pues un toque de su corriente obligaría a corcovear al noble animal.
Los gritos de papá eran persistentes:

¡Quédate atrás!...¡Que no nos mate a los dos!

Pasamos una laguna baja y monótona por lo inmensamente larga, el pecho del caballo apartaba las plantas acuáticas flotantes, llamadas me voy contigo. Las mismas se separaban para dejar paso al animal y se reunían de nuevo para cerrarse detrás de la bestia y continuar acompañándonos.

De repente un rayo cayó cerca y estremeció la sabana…no sabía dónde me encontraba con relación a mi padre.Gracias a Dios, ese fue el último rayo de una peligrosa secuencia que parecía buscarnos con su cada vez mayor cercanía.

Ahora entramos en un barinal, las espinas cobraban en mis piernas su insaciable tributo sabanero agravando el dolor causado por la vacuna del caballo, que con su sudor, hacía brotar en el lado interno de la pierna pequeños puntos de pus que todavía no habían cicatrizado.

Finalmente llegamos a las inmediaciones de Mata de Casquillo donde don Narciso Quintana nos hizo preparar algo de comer y luego nos acostamos con los tambores y lamparazos de la tempestad.
A mis trece años, en ese momento me sentí propietario de un cuerpo húmedo, resentido, adolorido por todas partes, especialmente en las piernas, frustrado y cansado, pero también me sentí hombre…
Un par de días después cabalgando hacia la Trinidad encontramos varias reses muertas…habían sido calcinadas por un rayo."

-- Hugo José Estrada Ripari --

El Toro Misterioso que se volvió Leyenda - Néstor Burgos

 Así como apareció el toro misterioso, así desapareció por los enigmáticos sabanales. Ahora su historial de toro libre “cacho e puya”, desanda en las vocerias de los pueblos convertido en símbolo toroidal, arraigado a nuestro maravilloso folklore.

El toro misterioso del llano ya es una leyenda en las llanuras guariqueñas. Este célebre bovino orejano, cachalero, laureado de libertad, encapotado de bravura a revelado ser el portentoso e inédito toro de lidia, venido con arrogancia de lejana casta española. Se hizo gladiador omnipotente por ser de estirpe bravía, plasmando su mágica huella en escondidos chiribitales palanqueros, los aceites, el punzón, la china y Orituco. Lo vieron cruzar en celaje esgrimiendo su fina raza por sabanales abiertos de morichal adentro hasta esconderse por picas impenetrables.

Nos alegramos que este toro espléndido, malicioso, nunca sucumbió a despiadadas faenas cachilaperas, plazas taurinas y enferiadas mangas de coleo. Todo el tiempo vivió libre como los vendavales, exento de indiscriminados maltratos. Inteligentemente supo ocultarse precavidamente del hombre mal intencionado. Valientemente pudo sobreponerse a desgraciados encierros con templadas púas. Nadie logró detener su infinita fiereza. 

 La estampa admirable, el dominio, la bravura indómita de este toro misterioso era en sí impredecible en los montes. Verlo arrogante a distancia causaba asombro. Por tal motivo los grandes llaneros azorados no insistieron en las travesías de enlazarlo, le tenían supremo respeto a la destacada hidalguía y atemorizante semblante. Solo nos quedó el orgullo de aquel toro soberbio, imponente de barajustada mañocidad pegado a los aleros en aquella noche festivalesca de la majada gonzalera del histórico platanal. Así como apareció el toro misterioso, así desapareció por los enigmáticos sabanales. Ahora su historial de toro libre “cacho e puya”, desanda en las vocerias de los pueblos convertido en símbolo toroidal, arraigado a nuestro maravilloso folklore. 

Néstor Burgos

12 de agosto de 2014

El Joropo, Historia y Cuentos en el municipio Esteller, edo Portuguesa - Alirio R. Acosta

  “En algunas villas y lugares de esta Capitanía General de Venezuela se acostumbra un bayle que denominan Xoropo escobillao, que por sus extremosos movimientos, desplantes, taconeos y otras suciedades que lo infaman, ha sido mal visto por algunas personas de seso”


 


Profesor Alirio Ramón Acosta
Cronista del municipio Esteller








 El Joropo, Historia y Cuentos en el municipio Esteller

Del “Glosario de Voces indígenas de Venezuela” recogemos una cita que Lisandro Alvarado toma del de Juan José Chourión titulado “El joropo o joropo3.jpgel jarabe venezolano” el cual refiere las primeras noticias sobre las manifestaciones de este baile en el país en 1749: “En algunas villas y lugares de esta Capitanía General de Venezuela se acostumbra un bayle que denominan Xoropo escobillao, que por sus extremosos movimientos, desplantes, taconeos y otras suciedades que lo infaman, ha sido mal visto por algunas personas de seso”; razón por la cual el Gobernador Don Luis Francisco de Castellanos lo prohíbe, según él existía sacrilegio y eran fiestas paganas las que celebraban los criollos con velorios y bailes de joropo en honor a los , además a la protesta se sumaron los burgueses de la aristocracia alegando que escandalizaban al clero. El mismo Chourión hace referencia de una Real Cédula de mediados del siglo XVIII que “hallaba mucha semejanza entre el joropo venezolano y el jarabe gatuno de México” muy a un baile en el Perú.

De tal manera, es de suponer que el joropo venezolano ya existía y probablemente -según historiadores e investigadores de la materia- sus raíces provengan de España por su peculiar manifestación de giros y acompañamientos típicos de la música medieval traidos con la colonización. Quedando en evidencia que la palabra “joropo” va desde Caracas hacia otras latitudes, conociéndose en el llano como “parranda”. Sin embargo, entre los países suramericanos donde más repunta este baile es en y Venezuela, en los llanos de ambos territorios extendiéndose paulatinamente a otras zonas. Pero es en Venezuela donde más arraigo ha tenido, expresándose en importantes variantes que mezclan estilizados de acuerdo a la región, como es el caso del joropo llanero, guayanés, central, oriental, guaribero o cordillerano, horconiao y urbano entre otros. 

De esta misma forma referimos la existencia de numerosos tipos de interpretaciones de joropos a través de instrumentos musicales donde no falta el cuatro, el arpa y las maracas; entre estos ritmos se encuentran: Seis corrido, Seis numerao, Seis por derecho, Seis perreao, Pajarillo, Catira, Periquera, San Rafael, Quirpa, Carnaval, Chipola, Guacharaca, Gavilán, Gabán, Zumba que zumba, etc. En la región de los llanos el joropo está conformado por dos conocidas como pasaje y golpe, formas musicales que se ejecutan con cuatro, arpa y maracas. En ocasiones, el arpa es sustituida por la bandola llanera.

En este sentido cada de las comunidades de nuestra geografía nacional preserva en su historia la forma cómo llega este típico baile venezolano a sus predios. En el municipio Esteller data desde el nacimiento de la comunidad y desde entonces son innumerables los cuentos y anécdotas sobre las emotivas y vistosas parrandas realizadas tanto en la población como en las comunidades rurales. Presumiblemente los primeros bailes de joropo se realizan con nativos y pobladores venidos de las comunidades vecinas para celebrar las fiestas del Santo Patrono. Aún se conoce de varios caseríos que armaban grandes bailoteos de joropo en diferentes épocas del año, a saber: En Mantecal a principios de la comunidad con parrandas que amanecían; y a mediados del siglo pasado en las Trincheras en la casa de Jonás Rivero, en Maporal duraban los bailes casi una semana, en Negrones los mejores se realizaban en casa de Atanasio Loyo, en Bucaral los presentaba Concepción Jara, en La Montaña fueron muy fastuosos antes de la trágica muerte de Camilo Pérez; así como estos caseríos tambien otras comunidades de la jurisdicción  organizaban sus bailes para celebrar cualquier evento.

Se cuenta que en el desaparecido caserío El Paradero el señor Purifico Matute creó un joropo muy popular en la época llamado “El golpe de la California". También se cuenta que en una oportunidad hubo un gran baile en la casa de Jonás Rivero en Las Trincheras, la gente presenció y participó en la fiesta contaron que los copleros Pancho Soto y Reyes Zabaleta duraron más de un día contrapunteando, previamente estos copleros habían pactado no repetir los versos, el que lo hiciese perdía y se marchaba del baile, resulta que al siguiente día ambos copleros se despidieron sin repetir ningún verso.

Otra anécdota de estos festines campestres narra que cuando la señora Toribia Echenique tenía 8 meses de embarazo se antojó de ir a una de esas fiestas, pero su esposo Mamerto Jiménez se opuso y al fin accedió a la petición sugiriéndole que “tuviese mucho cuidado porque estaba muy preñada”, a lo que ella le replicó “no importa, lo paro bailando”; a los pocos días nació Ramón Echenique popularmente conocido como “El hijo de jacha y machete”.

José Vicente Rojas - Hugo Estrada Castillo



Este sencillo poema va para el poeta grande que hace cincuenta años, durante alguna mañana, tarde o noche del mes de agosto dio vida a una hermosa letra que impactaría para siempre la visión del exigente oficio de pescador y la magia apasionante de un río...
Este poeta se llama José Vicente Rojas a quien tuve la oportunidad de conocer este año gracias a Fidel Silva El Correo del Folklore...

Poeta del estado Apure,
el de la palabra amena.
El que construye poemas
para que el llano perdure.
Aquél que canta a los ríos
a la gaviota y la morena.
Aquél que ha sido testigo
de viejas costumbres llaneras.
El bardo que con poemas
ha sabido capturar
a ese Llano que se hace querencia
para tantos hombres de empeño.
No llegaría a mis veinte años
cuando escuché por vez primera
esa mágica combinación
de palabras y sentimientos
que retrataría la esencia
de la región apureña.
Lejos estaba de imaginar
que nuestros caminos se cruzarían.
Que cuatro décadas más tarde
iba a tener el honor de conocer
al insigne trovador
que en palabras breves y sencillas
iba a hacer inmortal
al pescador del río Apure.
-- Hugo Estrada Castillo --

El Llano de Doña Bárbara

 El Llano enloquece y la locura del hombre de la tierra ancha y libre es ser llanero siempre. En la guerra buena, esa locura fue fla carga irresistible del pajonal incendiado, en Mucuritas, y el
retozo heroico de Queseras del Medio, en el trabajo: la doma y el ojeo que no son trabajo sino temeridades; en el descanso: la llanura en la malicia del “cacho”, en la bellaquería del “pasaje”, en la melancolía sensual de la copla; en el perezoso abandono: la tierra inmensa por delante y no andar, el horizonte todo abierto y no buscar nada; en la amistad: la desconfianza al principio,  y  luego  la  franqueza  absoluta;  en  el  odio:  laarremetida impetuosa; en el amor: “primero mi caballo”. ¡La
Llanura siempre!”


 
 Argenis Méndez Echenique
Historiador, Investigador
Cronista de Apure




 EL LLANO DE DOÑA BÁRBARA
( Aproximación al un estudio histórico-literario de la novela "Doña Bárbara" de Rómulo Gallegos)


Reconozco que el tema es un poco delicado y mucho mi atrevimiento al venir ante ustedes a hablar del mundo vivencial y telúrico de Doña Bárbara. Así que comenzaré  mi  exposición  citando  a  un    eminente  intelectual    barinés compenetrado con su Llano como lo fue   Orlando Araujo, quien en uno de sus trabajos precisa los términos del manejo que hizo Don Rómulo Gallegos del escenario  llanero en Doña Bárbara: 

“Nuevo  sentido  del  paisaje.  Hay  en  Gallegos  un  nuevo
sentido o visión, o colocación del y dentro del paisaje y la
naturaleza; en primer lugar, un alejamiento del paisaje virgiliano
(Geórgicas) ofrecido en combinaciones de ciudad y campo
(Caracas y sus alrededores de litoral y haciendas). Reinaldo
Solar y La Trepadora rinden, todavía, tributo a esa tradición
que se rompe en Doña Bárbara, donde el paisaje ya no es
naturaleza amansada sino tierra abierta y salvaje. Así el paisaje
deja de ser estático marco de romances y costumbres, para
incorporarse como factor dinámico de lucha, como personaje.
Se  abandona  el detallismo  nativista  y  se  ofrecen  grandes
conjuntos  o  masas  narrativas  mediante  una  técnica  de
selección simbólica” (“Doña Bárbara ante la Crítica”)..

De aquí se deduce, que para hablar del Llano de Doña Bárbara es necesario saber que en este tema se deben enfocar varios aspectos:    el geohistórico, el sociológico, el psicológico y   el literario, entre otros, siempre con criterio de globalidad.

Así, puedo   decir que el Llano es un mundo aparte, diferente. Apure, en mi concepción, lo es, aún dentro del mismo Llano. Siempre he considerado que Apure es un mundo totalmente distinto al resto del Llano y a Venezuela. Su sociedad y su tiempo  tienen un ritmo y condiciones de marcha diferentes a las del resto del país, debido a que su geografía, su hábitat y su gente tienen una idiosincrasia muy particular, muy propia.

Sin caer en odiosos etnocentrismos al hablar de la “apureñidad”, debemos decir que es como señalar la identificación de sus habitantes con la región llanera del territorio venezolano conocido como Apure, la tierra de Doña Bárbara y Santos Luzardo. Barbarie y civilización.

¿Qué lo hace diferente?. Su geografía sin cerros, con grandes extensiones de sabanas, cruzadas por caudalosos ríos que discurren de oeste (arriba) a este (abajo) hacia el Orinoco, bordeados de bosques de galería. Con población aborigen nómada, trashumancia impuesta por las estaciones del año. Los primeros centros urbanos organizados a la manera española   fueron conformados con población indígena, por los misioneros religiosos capuchinos andaluces, aportadores de nuevos elementos culturales, reses y caballos, instrumentos musicales de cuerda,   cantos y romanceros   populares de sus tierras  de  origen,  que  amalgamados  con  los  talentos  nativos  y  algunos afroamericanos llegados luego forjaron el joropo, la tonada y el contrapunteo, ayudando a mitigar la soledad y la fatiga de la faena diaria del llanero apureño en un horizonte preñado de infinitud.

Es así como podemos interpretar este proceso sociocultural con las palabras  de  una  calificada  antropóloga  venezolana  contemporánea: “La identidad cultural de las nuevas sociedades mestizas estuvo determinada, cualitativa y cuantitativamente, por el carácter específico de la base social
aborigen, por la herencia cultural de cada pueblo. El factor de unidad general de dichas sociedades radica en el encuadre común: político, administrativo, económico, religioso, etc., que significó el régimen colonial español” (VARGAS ARENAS, 1993: 51).

Nuestra historia reseña que existía en la época colonial española la prohibición de penetrar y asentarse en el territorio apureño, sin embargo San Fernando de Apure   fue fundada por Don Fernando Miyares en 1788 con doscientos  vecinos  de  origen  europeo  que  residían  en  sus  alrededores (recuérdese la vieja costumbre colonial indiana de “se acata pero no se cumple”). Esto da una idea de la forma como se dio la ocupación de este territorio, que nuestra paisana Yarisma   Unda llamaría “espacio de refugio”, para quienes escapaban de la represión real española, sin importar el origen étnico de los fugitivos. Así mismo da idea  del proceso de mestizaje que originó al llanero apureño, en apenas  un corto lapso de cuarenta años de vida colonial que va de la séptima década del siglo XVIII a 1810.

Es  conocido  que  la  irrupción  del  llanero  en  la  historia  venezolana  y continental se dio de manera violenta, a  lomo de caballos y a punta de lanzas, primero con el implacable Boves,   que acabó con la república mantuana de nuestros inicios autonómicos,   luego con las heroicidades del catire Páez, que hicieron posibles las campañas redentoras y    libertarias del Gran Bolívar, forjando bizarramente la epopeya de la Patria Grande en su glorioso paso de los Andes,   Boyacá, Carabobo, Pichincha, Junín y Ayacucho. Allí estaban en primera fila los apureños. Sin embargo,   la consolidación de su personalidad como pueblo se va a ir decantando a través del tiempo, de los vínculos de identidad,  pertenencia  y  reconocimiento,  con  alto  contenido  simbólico, fundamentalmente  en el transcurso de los siglos XIX y XX. Historia, tradición y costumbres son el sustento de la apureñidad. Ese es el Llano de Doña  Bárbara.

Un estudioso contemporáneo de la realidad llanera, habla de manera bastante objetiva del tema: 
 “Las formas culturales que encontraron asiento en el Llano antes del advenimiento de la moderna civilización del consumo, aunque diversas entre sí, muestran algo de común, en tanto que ninguna de ellas, incluida la establecida a partir de la conquista  española,  participa  de  las  actitudes  típicas  que caracterizan  la  relación  del hombre  contemporáneo  con  la naturaleza. Por este motivo, unido a otros que ya antes hemos mencionado, el paisaje   llanero   permaneció básicamente el mismo, sin alteraciones fundamentales, por espacio de cuatro siglos  contados  a  partir  de  la  llegada  de  los   primeros europeos…”(PINTO SAAVEDRA, 2007: 25). 

Y más adelante el mismo autor expone: “El paisaje llanero, por siglos ha permanecido sin amo ni señor y el hombre aquí se ha visto abocado a hacer su historia al mismo tiempo que se empeña en dominar una naturaleza áspera y rebelde que, no obstante, le ha dictado ella misma los medios con los cuales imponerse victoriosamente a sus obstáculos” (Ob. Cit.: 76).

Sánchez  Osto,  uno  de  nuestros  estudiosos  más  profundos  de  la idiosincrasia apureña señalaba ((1980: 22): “El poblador de las sabanas a donde se fue el descendiente fusionado del primer ocupante con el vernáculo, tuvo que ser por necesidad es el  llanero primitivo diseminado con los primeros vobinos: tipo surgido en un medio hostil, en el seno inclemente de la Zona Tórrida, entre ríos caudalosos, pantanos o rebalses inmensos, o sequías pavorosas  según  las  estaciones,  animales  feroces,  peligros  inauditos, productos exuberantes como aquella naturaleza, llegó a ser necesariamente el señor de las llanuras de Venezuela”.

Según el criminólogo venezolano Gómez Grillo (2000: 39): “El Llano supone una subcultura regional. La familia Luzardo - Barquero corresponde a una modalidad subcultural desprendida de aquella […]. El parámetro subcultural es evidente en todo el proceso conductual de los personajes de “Doña Bárbara”.

Pero el sabio criminólogo la mira como una verdadera “Subcultura Delictiva”. Sin embargo, el Maestro Gallegos consideraba, al hablar del Llano de Doña Bárbara, que era como identificaba a Apure, según Adolfo Rodríguez (1979.6),          “El Llano es la tierra de Dios”   y -agrega luego que   Gallegos en un discurso pronunciado en La Habana en 1949- lo reafirmó    enfáticamente:

“Tierras del hondo silencio virgen de voz humana, de la soledad profunda, del paisaje majestuoso que se pierde de no ser contemplado… Tierras del Llano infinito donde el grito largo se convierte en copla…”

La descripción del llano apureño  que hace el maestro Gallegos  es un vivo canto a su naturaleza bravía:
“El Llano enloquece y la locura del hombre de la tierra ancha y
libre es ser llanero siempre. En la guerra buena, esa locura fue
la carga irresistible del pajonal incendiado, en Mucuritas, y el
retozo heroico de Queseras del Medio, en el trabajo: la doma y
el ojeo que no son trabajo sino temeridades; en el descanso: la
llanura en la malicia del “cacho”, en la bellaquería del “pasaje”,
en la melancolía sensual de la copla; en el perezoso abandono:
la tierra inmensa por delante y no andar, el horizonte todo
abierto y no buscar nada; en la amistad: la desconfianza al
principio,  y  luego  la  franqueza  absoluta;  en  el  odio:  la
arremetida impetuosa; en el amor: “primero mi caballo”. ¡La
Llanura siempre!” (2005: 93).

11 de agosto de 2014

Justo Brito y Juan Tabare - Yorman Tovar



JUSTO BRITO Y JUAN TABARE


“Justo Brito y Juan Tabare. / Hombres de vera y peinilla/ como no pare otra madre. / Por una vieja rencilla, / en el lugar que se vieran/ la muerte juraron darse. / Dicen que el primer encuentro/ lo tuvieron una tarde/ cuando iba Justo Brito/ con Paulina Colmenares/ bailando un zumba que zumba/ de esos que entibian la sangre”. 

Añadir leyenda


 Profesor Universitario
Poeta










Así comienza el poema romanceado del poeta Ángel Celestino Bello, nacido en El Chaparro-Anzoátegui, el 16 de diciembre de 1902.  Pedagogo y periodista. Laboró en diferentes diarios anzoatiguenses, fue maestro de aula y llegó a ser Director de Cultura de su estado natal. Autor de los poemarios: Copa de barro, Cantos de mi cántaro y de poemas célebres como Esta es la tierra de Juan, Chamizos, Furrúa, Ventana del tiempo, y Zaranda. Sin embargo, sus dos poemas más reconocidos son: El zambo Críspulo Hernández y Justo Brito y Juan Tabare. Éste, con el que iniciamos nuestra columna, ha sido grabado en voces de los declamadores Luis Edgardo Ramírez y Víctor Morillo El Tricolor de Venezuela; además,  en tiempo de Seis por derecho por los intérpretes: Carlos González (guariqueño) y Orlando El Cholo Valderrama (colombiano).

Tanto “Justo Brito y Juan Tabare” como ”El zambo Críspulo Hernández”, son romances o corríos en los que se relata el estado belicoso del llanero, enarbolando la vieja costumbre del duelo a muerte por defender el honor personal, de la madre y el de la mujer amada o deseada, así como el pundonor íntimo del hombre guapo y de coraje, tradiciones propias del costumbrismo rural del pueblo venezolano.

Cuenta Ernesto Luis Rodríguez en su obra Nunca es tarde (1997: 42-43): Un día llegó a mi pueblo, desde El Chaparro el poeta Ángel Celestino Bello, autor de Justo Brito y Juan Tabare. Sin conocerlo personalmente, yo le había enviado mi libro Agraz; y él -con aquella bohemia generosa que lo hacía alegre y locuaz en todas partes- me trajo un soneto a manera de ritornelo: Gota a gota con íntima alegría/ bebiendo estoy del vino de tu vaso... y más adelante agregaba: camino por tu libro paso a paso/ contemplando el rosal de tu belleza. Un amigo nos invitó a un caserío cercano donde había fiesta popular rociada de contrapunteos, tragos y mujeres. A caballo recorrimos algunas leguas y llegamos a las siete de la noche. Cuando pusimos pie en tierra la música estaba en plena euforia y un cantador llanero hacía las delicias de la concurrencia. El poeta Bello pasó adelante diciendo en alta voz: Yo vengo desde Zaraza/ por una sola vereda; /el que me siga los pasos/ se ahoga en la polvareda.
Y prosigue Ernesto Luis: Como un relámpago alumbró la voz recia de un coplero alto, vibrante y emocionado: No hiere la buena copla/ ni el chiste malo molesta, / para lo bueno y lo malo/ sabemos dar la respuesta. Bello quedó estupefacto por lo relancino de la contestación. Nos miramos con algo de asombro y el bardo amigo que no era cantador de contrapunteos, pero sí un poeta chispeante de fácil improvisación, contestó para salir del paso: Oyendo esta copla buena/ me arrepiento de la mía; / pero esta pena se acaba/ con una cerveza fría. La gente del lugar nos rodeó con alegría ofreciéndonos el brindis y el afecto. Y allí, en aquel ambiente de limpia emoción venezolana, estuvimos hasta el amanecer pidiendo palomitas para bailar con Paulina Colmenares.  Y es que la copla empata amigos cuando la usamos para gozar con ella.

Esa vieja costumbre de pelear por mujeres en los bailes obedece a la cultura del machismo latinoamericano. Basta revisar la canción rancheraRosita Alvires (la infortunada joven asesinada por despreciar en un baile a un matón llamado Hipólito). Era muy normal hasta hace poco que una dama, anduviese con quien fuera, no debía despreciar a ningún hombre, pues éste estaba en el derecho de prohibirle bailar con otro. A partir de allí, se suscitaban las camorras, pues cualquier acompañante de una dama, ante la actitud de cualquier despreciado, podía contestarle: ¡-Mire, cámara, el que come tierra carga el terrón en el bolsillo!; es decir: el que le gusta bailar carga su pareja.

Ahora cuando estoy preparando mi Trabajo de ascenso para Profesor Titular de la UNELLEZ, con esta temática del nativismo poético venezolano, me permito valorar  en el análisis literario a cada uno de los poetas seleccionados; y estudiando la temática del poeta Bello, recuerdo que nuestro poeta inolvidable, paisano de Guanarito Efraín García me contaba de sus parrandas de tres días con sus noches en las calles del pueblo de El Tigre, declamando versos, acompañados por el bandolín de Rubén Carvajal, nombrado por El Catire Carpio en su pasaje Aragua de Barcelona.

Finalmente afirmo que no solamente tenemos en el llano todavía la dicha de compartir la palomita de una Paulina Colmenares en un baile, sino que aún quedamos –aparte de los copleros cantores como Agustín Díaz- muchos Ángel Celestino Bello, parranderos, improvisadores del verso relancino. En Guanarito Luis Durán, en Guanare Ramón La Cruz, en Barinas Juan de La Cruz Díaz; y por cualquier camino bohemio nos bochamos al pie del arpa, la trilogía: Cheo Ramírez, Alfonso El Negro Palacios y quien escribe. Como dijo Ernesto Luis Rodríguez en su poema Arriero, lo vuelvo a repetir: Cuando se nace en el llano/ se tiene que ser coplero/ porque allí es donde se prueban/ las cosas del sentimiento,/ y si no es en octosílabos/ el verso no sabe a verso.