"El Llano es y seguirá siendo el refugio del descontento, el refugio delo que hemos sido siempre; porque el Llano, a pesar de toda su transculturación, no se muere nunca; porque queda la nostalgia, el recuerdo, queda la música, queda ese cuento que pasa de padre a hijo para que no se lo lleve el olvido" José León Tapia


11 de agosto de 2014

Justo Brito y Juan Tabare - Yorman Tovar



JUSTO BRITO Y JUAN TABARE


“Justo Brito y Juan Tabare. / Hombres de vera y peinilla/ como no pare otra madre. / Por una vieja rencilla, / en el lugar que se vieran/ la muerte juraron darse. / Dicen que el primer encuentro/ lo tuvieron una tarde/ cuando iba Justo Brito/ con Paulina Colmenares/ bailando un zumba que zumba/ de esos que entibian la sangre”. 

Añadir leyenda


 Profesor Universitario
Poeta










Así comienza el poema romanceado del poeta Ángel Celestino Bello, nacido en El Chaparro-Anzoátegui, el 16 de diciembre de 1902.  Pedagogo y periodista. Laboró en diferentes diarios anzoatiguenses, fue maestro de aula y llegó a ser Director de Cultura de su estado natal. Autor de los poemarios: Copa de barro, Cantos de mi cántaro y de poemas célebres como Esta es la tierra de Juan, Chamizos, Furrúa, Ventana del tiempo, y Zaranda. Sin embargo, sus dos poemas más reconocidos son: El zambo Críspulo Hernández y Justo Brito y Juan Tabare. Éste, con el que iniciamos nuestra columna, ha sido grabado en voces de los declamadores Luis Edgardo Ramírez y Víctor Morillo El Tricolor de Venezuela; además,  en tiempo de Seis por derecho por los intérpretes: Carlos González (guariqueño) y Orlando El Cholo Valderrama (colombiano).

Tanto “Justo Brito y Juan Tabare” como ”El zambo Críspulo Hernández”, son romances o corríos en los que se relata el estado belicoso del llanero, enarbolando la vieja costumbre del duelo a muerte por defender el honor personal, de la madre y el de la mujer amada o deseada, así como el pundonor íntimo del hombre guapo y de coraje, tradiciones propias del costumbrismo rural del pueblo venezolano.

Cuenta Ernesto Luis Rodríguez en su obra Nunca es tarde (1997: 42-43): Un día llegó a mi pueblo, desde El Chaparro el poeta Ángel Celestino Bello, autor de Justo Brito y Juan Tabare. Sin conocerlo personalmente, yo le había enviado mi libro Agraz; y él -con aquella bohemia generosa que lo hacía alegre y locuaz en todas partes- me trajo un soneto a manera de ritornelo: Gota a gota con íntima alegría/ bebiendo estoy del vino de tu vaso... y más adelante agregaba: camino por tu libro paso a paso/ contemplando el rosal de tu belleza. Un amigo nos invitó a un caserío cercano donde había fiesta popular rociada de contrapunteos, tragos y mujeres. A caballo recorrimos algunas leguas y llegamos a las siete de la noche. Cuando pusimos pie en tierra la música estaba en plena euforia y un cantador llanero hacía las delicias de la concurrencia. El poeta Bello pasó adelante diciendo en alta voz: Yo vengo desde Zaraza/ por una sola vereda; /el que me siga los pasos/ se ahoga en la polvareda.
Y prosigue Ernesto Luis: Como un relámpago alumbró la voz recia de un coplero alto, vibrante y emocionado: No hiere la buena copla/ ni el chiste malo molesta, / para lo bueno y lo malo/ sabemos dar la respuesta. Bello quedó estupefacto por lo relancino de la contestación. Nos miramos con algo de asombro y el bardo amigo que no era cantador de contrapunteos, pero sí un poeta chispeante de fácil improvisación, contestó para salir del paso: Oyendo esta copla buena/ me arrepiento de la mía; / pero esta pena se acaba/ con una cerveza fría. La gente del lugar nos rodeó con alegría ofreciéndonos el brindis y el afecto. Y allí, en aquel ambiente de limpia emoción venezolana, estuvimos hasta el amanecer pidiendo palomitas para bailar con Paulina Colmenares.  Y es que la copla empata amigos cuando la usamos para gozar con ella.

Esa vieja costumbre de pelear por mujeres en los bailes obedece a la cultura del machismo latinoamericano. Basta revisar la canción rancheraRosita Alvires (la infortunada joven asesinada por despreciar en un baile a un matón llamado Hipólito). Era muy normal hasta hace poco que una dama, anduviese con quien fuera, no debía despreciar a ningún hombre, pues éste estaba en el derecho de prohibirle bailar con otro. A partir de allí, se suscitaban las camorras, pues cualquier acompañante de una dama, ante la actitud de cualquier despreciado, podía contestarle: ¡-Mire, cámara, el que come tierra carga el terrón en el bolsillo!; es decir: el que le gusta bailar carga su pareja.

Ahora cuando estoy preparando mi Trabajo de ascenso para Profesor Titular de la UNELLEZ, con esta temática del nativismo poético venezolano, me permito valorar  en el análisis literario a cada uno de los poetas seleccionados; y estudiando la temática del poeta Bello, recuerdo que nuestro poeta inolvidable, paisano de Guanarito Efraín García me contaba de sus parrandas de tres días con sus noches en las calles del pueblo de El Tigre, declamando versos, acompañados por el bandolín de Rubén Carvajal, nombrado por El Catire Carpio en su pasaje Aragua de Barcelona.

Finalmente afirmo que no solamente tenemos en el llano todavía la dicha de compartir la palomita de una Paulina Colmenares en un baile, sino que aún quedamos –aparte de los copleros cantores como Agustín Díaz- muchos Ángel Celestino Bello, parranderos, improvisadores del verso relancino. En Guanarito Luis Durán, en Guanare Ramón La Cruz, en Barinas Juan de La Cruz Díaz; y por cualquier camino bohemio nos bochamos al pie del arpa, la trilogía: Cheo Ramírez, Alfonso El Negro Palacios y quien escribe. Como dijo Ernesto Luis Rodríguez en su poema Arriero, lo vuelvo a repetir: Cuando se nace en el llano/ se tiene que ser coplero/ porque allí es donde se prueban/ las cosas del sentimiento,/ y si no es en octosílabos/ el verso no sabe a verso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

NOS INTERESA TU OPINIÓN