"El Llano es y seguirá siendo el refugio del descontento, el refugio delo que hemos sido siempre; porque el Llano, a pesar de toda su transculturación, no se muere nunca; porque queda la nostalgia, el recuerdo, queda la música, queda ese cuento que pasa de padre a hijo para que no se lo lleve el olvido" José León Tapia


12 de octubre de 2014

Conversas de Hato - Omar Carrero Araque

CONVERSAS DE HATO
Omar Carrero Araque
Baquiano
2013
  
En una de mis estadas en una fundación ganadera de la bajura apureña tuve la oportunidad de compartir vivencias y conversatorios con el peonaje y con algunos caporales de sabana en una actividad que me llevó hacia una experiencia única por lo enriquecedor que resultó el  contacto. 
Desde la quietud del chinchorro de mosquitero coliao pude escuchar, antes que intervenir,  la conversa que sostenían los peones, referidas a su participación en los trabajos de ese día, casi siempre cargada de picardía y chalequeo, una conversa que me llevó a las coplas guerrereñas de “al café y a los caballos” en las que el cantador y poeta elorzano  hace  una bonita apología  de la faena llanera.
Lo curioso del caso se refiere a los vocablos especiales que manejan los  llaneros de hato, un vocabulario restringido y las más de las veces incomprensible para todo aquel ajeno a la vida hatera. Parte de estas conversaciones pasaron a rellenar algunas páginas de mi cuaderno de anotaciones, las cuales transcribo para su lectura y ensayo de comprensión por parte de los legos de la llanería auténtica:
Peón 1: Mire parientico, déjame asegurá el jico para guindá y tratá de enderazá este chinchorro que me salió con tanta pierna que se me dificulta pegá el ojo. Esta madrugá yo entuavía  estaba finito, con los ojos pelaos como bocachico en nevera y vide cuando apareció becerrero más brillante que nunca  poallá encima de aquel Toco viejo.
Peón 2: Está bien familia, yo también voy a guindá pa´ vé si pongo los chíscanos de pa´ rriba y dales un reposito porque ya llevo una semana metiéndoles la mocha en estos barriales que me han puesto las ñaras taquiás de sabañón y de seguí así, segurito primo que me cae hormiguillo.
Hoy voy a pegá el ojo bien contento porque me rindió la brega, moví bien los guarales y pegué 20 chifles y encima deso maté de un chaparrazo a una bocafría de esas que mi agüelo nombraba palpo que por poco me malogra.
Peón 3: Yo tampoco me puedo quejá porque de vuelta vide un  aguaje en el pozo de las chenchenas y apenas lancé el albarico y ahí mismito atravesé a un buen chereco.  Chacá la toca le dije al Sute, mi compinche de siempre,  pa´ raspá y relajá este bocao. Un poco más abajo, en el pozo de las caramas, revisé el chirare y ahí enrredao en sus propias barbas estaba el bastimento pa´ los barrigones, un pijoleto rayao empeñao en meté retroceso para juyí, pero que vá.
Peón 4: Esa es la suerte que nos da El Viejito cámara, que nunca le falta a naiden, en mi conuco la macuca y los topochos están pidiéndole al chocotero que los saque y los ponga a jerví  y que revise el agaje pa´ que los junten en el plato con un buen pedazo de queso pumé  de ese  concha negra, jecha de bosta fresca y baba e´guamacho.
Peón 5: Bueno Catire a dormir tempranero porque en la mañanita te tienes que ajilá a cebá el molino del rincón pero no se te olvide llevarte un ñaure por si te encuentras con los báquiros y también te cargas el murrial porque los jobales están soltando mucha marapa y así podrás traerte  un buen bojote pa´ los chuzos enchiqueraos, que así tendrán como  chasquiar por unos días. Endemás  deja ya de está chalequeando al  guate Leonidas  porque tú sabes que ese niguatoso así con lo jipato y to, es muy corisco y de ná se pone como chinata cuquiá y lo más jodío  es que tira pata y manga sin piedá y de verdaita te digo que nunca le falta una pico e´loro empretiná.
Mira Rafelinacio, tu que estás más cerca del mecho,  apágalo pa´llamá sueño, pero antes nos suelta un buen cacho pa´pegá los ojos entre chacotas y así dormí como pijita con teta. 
Peón 6: Ahorita Ñerito no estoy pa´cachos porque entuavía ando con un tembleque por todo el cuerpo y asustao  por el topetazo que me di con manomota, frente a frente en la pica del caujaro. Allí de sopetón me jayé en la boca de ese animalón rayao y bigotú con la capotera subida  que me mostró los de rompeñervo casi a medio metro de las chingas. Yo me entregué a  matasilva y entre chorros de miao le imploré por mis suticos, que me sacara de la desgracia. Ahí mismito vi  un puntico de luz por entre las agallas del tigre y por ahí mismo, sin dilatá un segundo, metí  la zurda por ese hueco con tal juerza  que me salió pal otro lao y sin mucho  dilatá le agarré el rabo y con la misma templé con toda la gana que pude y en ese trance voltié al animal que quedó con el costillar pa´fuera.  Así parienticos que por esta esta vez me  discurpo  pero les prometo que en la primera los cacheo!!  Buenas noches y que sueñen con Yo!!    
Al desdibujarse el alba,  puntero apaga su fulgor y el amago  de un caballo rucio alborota las carrizas que entre chiflidos sienten el frescor del riego que baja del cielo, que de gota en gota enchumba los lambedorales del fangurrial.  

Una Noche de Tormenta - Hugo Estrada Castillo



En honor a mi papá Hugo José Estrada Ripari quien disfrutaba mucho de contar este relato y quien de hecho lo dejó escrito en los borradores de un libro que no llegó a publicar.

Noche de rayos y truenos
Noche en la Trinidad de Arauca
Noche de padre e hijo
Noche de José Natalio Estrada
Noche de Hugo Estrada Ripari
Año 1943
(Fragmento)

"Durante ese año de 1943 contaba yo apenas con 13 años y nos encontrábamos realizando una larga travesía por la sabana. Perdido el camino, nos internamos mi padre y yo en una interminable tormenta. Los rayos parecían estar haciendo prácticas de tiro.

Mi padre me gritó: ¡Quédate bien atrás!...que si nos cae un rayo mate a uno solo de los dos!

A pesar del infinito peligro que representaban, me sentía mejor con el intenso y multidireccional resplandor de los relámpagos porque al menos veía el paisaje, ubicaba el lugar donde se encontraba mi padre. Esto me permitía seguirlo, ya que al apagarse el fulgor de los relámpagos, quedaba encandilado, bajo el manto de una absoluta oscuridad, inmerso en la intensa lluvia, que no me permitía ver ni siquiera la cabeza del caballo y mucho menos mis manos, pues estaban debajo de la cobija de pelo, manteniendo el control de las riendas por cualquier eventualidad.

Pasamos un pequeño caño donde el agua llegaba a la argolla de la cincha de la bestia, justo debajo de mi rodilla…pensé levantar la cobija para que no se empapara, pero recordé los tembladores y preferí no dejar el control del caballo, pues un toque de su corriente obligaría a corcovear al noble animal.
Los gritos de papá eran persistentes:

¡Quédate atrás!...¡Que no nos mate a los dos!

Pasamos una laguna baja y monótona por lo inmensamente larga, el pecho del caballo apartaba las plantas acuáticas flotantes, llamadas me voy contigo. Las mismas se separaban para dejar paso al animal y se reunían de nuevo para cerrarse detrás de la bestia y continuar acompañándonos.

De repente un rayo cayó cerca y estremeció la sabana…no sabía dónde me encontraba con relación a mi padre.Gracias a Dios, ese fue el último rayo de una peligrosa secuencia que parecía buscarnos con su cada vez mayor cercanía.

Ahora entramos en un barinal, las espinas cobraban en mis piernas su insaciable tributo sabanero agravando el dolor causado por la vacuna del caballo, que con su sudor, hacía brotar en el lado interno de la pierna pequeños puntos de pus que todavía no habían cicatrizado.

Finalmente llegamos a las inmediaciones de Mata de Casquillo donde don Narciso Quintana nos hizo preparar algo de comer y luego nos acostamos con los tambores y lamparazos de la tempestad.
A mis trece años, en ese momento me sentí propietario de un cuerpo húmedo, resentido, adolorido por todas partes, especialmente en las piernas, frustrado y cansado, pero también me sentí hombre…
Un par de días después cabalgando hacia la Trinidad encontramos varias reses muertas…habían sido calcinadas por un rayo."

-- Hugo José Estrada Ripari --

El Toro Misterioso que se volvió Leyenda - Néstor Burgos

 Así como apareció el toro misterioso, así desapareció por los enigmáticos sabanales. Ahora su historial de toro libre “cacho e puya”, desanda en las vocerias de los pueblos convertido en símbolo toroidal, arraigado a nuestro maravilloso folklore.

El toro misterioso del llano ya es una leyenda en las llanuras guariqueñas. Este célebre bovino orejano, cachalero, laureado de libertad, encapotado de bravura a revelado ser el portentoso e inédito toro de lidia, venido con arrogancia de lejana casta española. Se hizo gladiador omnipotente por ser de estirpe bravía, plasmando su mágica huella en escondidos chiribitales palanqueros, los aceites, el punzón, la china y Orituco. Lo vieron cruzar en celaje esgrimiendo su fina raza por sabanales abiertos de morichal adentro hasta esconderse por picas impenetrables.

Nos alegramos que este toro espléndido, malicioso, nunca sucumbió a despiadadas faenas cachilaperas, plazas taurinas y enferiadas mangas de coleo. Todo el tiempo vivió libre como los vendavales, exento de indiscriminados maltratos. Inteligentemente supo ocultarse precavidamente del hombre mal intencionado. Valientemente pudo sobreponerse a desgraciados encierros con templadas púas. Nadie logró detener su infinita fiereza. 

 La estampa admirable, el dominio, la bravura indómita de este toro misterioso era en sí impredecible en los montes. Verlo arrogante a distancia causaba asombro. Por tal motivo los grandes llaneros azorados no insistieron en las travesías de enlazarlo, le tenían supremo respeto a la destacada hidalguía y atemorizante semblante. Solo nos quedó el orgullo de aquel toro soberbio, imponente de barajustada mañocidad pegado a los aleros en aquella noche festivalesca de la majada gonzalera del histórico platanal. Así como apareció el toro misterioso, así desapareció por los enigmáticos sabanales. Ahora su historial de toro libre “cacho e puya”, desanda en las vocerias de los pueblos convertido en símbolo toroidal, arraigado a nuestro maravilloso folklore. 

Néstor Burgos