"El Llano es y seguirá siendo el refugio del descontento, el refugio delo que hemos sido siempre; porque el Llano, a pesar de toda su transculturación, no se muere nunca; porque queda la nostalgia, el recuerdo, queda la música, queda ese cuento que pasa de padre a hijo para que no se lo lleve el olvido" José León Tapia


12 de octubre de 2014

El Toro Misterioso que se volvió Leyenda - Néstor Burgos

 Así como apareció el toro misterioso, así desapareció por los enigmáticos sabanales. Ahora su historial de toro libre “cacho e puya”, desanda en las vocerias de los pueblos convertido en símbolo toroidal, arraigado a nuestro maravilloso folklore.

El toro misterioso del llano ya es una leyenda en las llanuras guariqueñas. Este célebre bovino orejano, cachalero, laureado de libertad, encapotado de bravura a revelado ser el portentoso e inédito toro de lidia, venido con arrogancia de lejana casta española. Se hizo gladiador omnipotente por ser de estirpe bravía, plasmando su mágica huella en escondidos chiribitales palanqueros, los aceites, el punzón, la china y Orituco. Lo vieron cruzar en celaje esgrimiendo su fina raza por sabanales abiertos de morichal adentro hasta esconderse por picas impenetrables.

Nos alegramos que este toro espléndido, malicioso, nunca sucumbió a despiadadas faenas cachilaperas, plazas taurinas y enferiadas mangas de coleo. Todo el tiempo vivió libre como los vendavales, exento de indiscriminados maltratos. Inteligentemente supo ocultarse precavidamente del hombre mal intencionado. Valientemente pudo sobreponerse a desgraciados encierros con templadas púas. Nadie logró detener su infinita fiereza. 

 La estampa admirable, el dominio, la bravura indómita de este toro misterioso era en sí impredecible en los montes. Verlo arrogante a distancia causaba asombro. Por tal motivo los grandes llaneros azorados no insistieron en las travesías de enlazarlo, le tenían supremo respeto a la destacada hidalguía y atemorizante semblante. Solo nos quedó el orgullo de aquel toro soberbio, imponente de barajustada mañocidad pegado a los aleros en aquella noche festivalesca de la majada gonzalera del histórico platanal. Así como apareció el toro misterioso, así desapareció por los enigmáticos sabanales. Ahora su historial de toro libre “cacho e puya”, desanda en las vocerias de los pueblos convertido en símbolo toroidal, arraigado a nuestro maravilloso folklore. 

Néstor Burgos

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